Un gigante atrincherado en su reino de palabras

alvite

Lo primero que se me viene a la cabeza es la redacción llena de humo de Preguntoiro 29. Y a él, entre la bruma, sentado frente a una Olivetti, con el cigarro siempre encendido, escribiendo en un rollo de papel de teletipo tan largo como sus intenciones que se extendía por la mesa de metal y llegaba hasta el suelo. Ya era un periodista excepcional, con un talento único para la narración y un olfato increíble para las noticias. Y una leyenda en la noche compostelana, entonces libre de turistas y rebosante de periodistas imberbes, alcohol de garrafón y tabaco negro.

Era un tipo grande, en todos los sentidos, pero yo siempre le recordaré, como un gigante atrincherado en su reino de palabras, en aquella redacción en la que le conocí y a la que todavía llegaba desde la primera planta el olor a tinta de la rotativa, por su incondicional disposición a escuchar, fueses el emperador de Japón o un chaval de 23 años que necesitaba ayuda para averiguar qué quería ser. Descansa en paz, José Luis Alvite.

 

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