Lo diré ya

Lo diré ya para que los ofendiditos puedan sacar conclusiones y pasar a otra cosa: David Suárez es mi sobrino. Y la Fiscalía no sólo quiere meterle en la cárcel por hacer un chiste sino que pretende crear una nueva pena: la inhabilitación para el ejercicio de una profesión en redes sociales. Ahí es nada.

A la fiscalía la mandaba yo a picar piedra en vez de perder el tiempo con estupideces en un país en el que los políticos todavía roban, los muy machos aún matan y los que nos trajeron hasta aquí han muerto a millares en las residencias, pero casi mejor me callo porque el Ministerio Público no tiene sentido del humor y a lo mejor decide inhabilitarme también a mí para que tampoco pueda decir lo que me dé la gana en redes sociales.

[Si algún despistado todavía no sabe de qué estoy hablando puede hacer una pausa para informarse aquí]

La cuestión no es ni ha sido nunca si David Suárez hace gracia. A mi sí. No siempre, pero en general sí. Y sobre todo me hace interrogarme sobre mí mismo. Claro que para eso no puedo limitarme a partirme la caja con las chorradas (lo cual, por otra parte, es perfectamente lícito) y debo detenerme a pensar sobre las que no lo son y que, para viajar de una mente a otra, se asocian al humor como la luz a la superficie del agua cuando quiere hacerte flipar. Cualquiera que hay visto un espectáculo suyo o haya seguido algunas de sus creaciones como guionista y actor en los últimos años sabe de lo que hablo. La especialidad de David es echar mano de la provocación para destruir los límites de lo convencional —que son los tuyos, los de tu mente— y de paso hacer que te estalle la cabeza. ¿Porque quiere hacerte daño? Ni de lejos.

Lo que David busca es reiniciar tu cerebro, ese que recibes de serie cuando naces y enseguida se apoltrona en el pensamiento único, poniéndote en lugares incómodos en los que nunca creíste que ibas a estar. Si no te gusta o no puedes entenderlo no pasa nada, ocupa tu tiempo en otra cosa. Pero cuando aceptas seguirle, leerle o verle en un vídeo ya sabes que te va a tirar a la piscina para que aprendas a nadar en agua helada. La casa en llamas que tanto le gusta es su modo de decirte: espabila, hay unos tipos pensando por ti, decidiendo por ti. Más vale que mires a tu alrededor, busques un extintor o salgas corriendo.

¿Entonces no hay reglas, dirán los más asustadizos? En el humor no, desde luego, porque es una forma de arte. Quienes hoy se ofenden con los chistes de David Suárez son los mismos que lo hacían en 1927 con el urinario atribuido a Marcel Duchamp —qué gran paradoja, por cierto, que la obra germinal del dadaísmo ni siquiera sea suya—. Aquella taza para mear era un soporte narrativo tanto como lo son los chistes de David. Los dos son ficción —buena o mala, eso es lo de menos— y están ahí para sacudirte. Si no te dicen nada no tienes que destruirlos ni pasar por las armas a sus autores, basta con hacer scroll. Y a otra cosa.

Llevar el humor al Código Penal es tan absurdo como quemar en la hoguera el Lazarillo de Tormes porque es poco respetuoso con los ciegos (los guardianes de la moral del pensamiento y de la palabra dirían personas invidentes, pero yo ya no tengo edad para según qué tonterías). Callar ante tamaña indecencia no es una opción. Todos los cómicos son conscientes de ello, aunque algunos guarden silencio porque hay que pagar la hipoteca y ya se sabe. Mejor ponerse de perfil.

No te tiene que gustar lo que hace David Suárez. Él tampoco tiene que caerte bien. Pero, lo creas o no, su empeño en defender los límites de la libertad, el derecho a adentrarse en territorios peligrosos y cada vez menos transitados, sí te afecta. Y su derrota, si finalmente se produce, también.

4 comentarios sobre “Lo diré ya

  1. Cuando he leído la noticia no lo he podido creer, siento una impotencia enorme ante esta injusticia y ganas de hacer ruido y gritar que la libertad es más importante que la seguridad de la… moral? no sé si es la mejor forma de expresarlo, pero vamos creo que mi sentir está claro.

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    1. No estoy seguro de entender bien el comentario, creo entender que la petición de prisión te parece justa por un chiste que supuestamente veja a un colectivo. Es así?
      Si no es así. Cual es el problema? y que solución crees que seria la correcta?.

      Ya dejo apuntada mi respuesta a si es que sí, el caso es que opino que los derechos individuales nunca deberían estar por debajo de los derechos de un colectivo, vamos es que ni siquiera a la par, dado que el colectivo no deja de ser una construcción abstracta y la persona no.

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