Al trasluz

Siguen sin entender nada. El Portal de la Transparencia, que apenas deja ver al trasluz, como con desgana, es un buen ejemplo. Se sienten a salvo, convencidos de estar por encima del populacho y no comprenden que la política es servidumbre, igual que el periodismo. Una tarea cargada de deberes y sin apenas derechos.

Por eso siguen ocultando sus privilegios y sus apaños en una maraña de datos diseñada para ser inextricable, ocultos los unos sobre los otros, a menudo disimulados, las más de las veces escondidos en formatos incompatibles con el deber de informar. Todo para mostrarse a sí mismos lo que no son, verdaderos servidores públicos, en la vana esperanza de convencer a los ciudadanos, antes de las elecciones, de que han aprendido la lección.

Y en esa falta de compromiso con la verdad, esa dificultad casi genética del stablishment español a la hora de interiorizar la verdadera naturaleza del servicio público,está su verdadero talón de Aquiles.

No entienden nada. Y por eso se merecen el tsunami que se avecina. 

De qué va todo esto

La verdad es simple. Podemos saber más o menos de ella, pero no está en su naturaleza adoptar formas diferentes, aunque cada vez más gente crea que hay tantas verdades como puntos de vista (estoy pensando en esos seres humanos estrafalarios que, un día sí y otro también, inundan las cadenas de televisión con entrevistas a pecho descubierto en las que se disponen a contar su verdad, como si hubiese varias). Otra cosa, claro, es que estemos en situación de conocerla. O que sea fácil llegar hasta ella. A menudo es complicado y eso nos hace vulnerables a las medias verdades, imperfectas pero mucho más fáciles, e incluso a la mentira, siempre dispuesta a acomodarse en nuestro interior a poco que relajemos la vigilancia.

Porque es más fácil aceptar lo que parece, sin hacer preguntas, o simplemente dar por bueno lo que más nos conviene porque apuntala los cimientos de nuestras creencias aunque el suelo sobre el que se asienten sean simples arenas movedizas.

La verdad, si fuese asequible, pertenecería al territorio de las cosas blancas o negras que, una vez establecidas, permanecen a salvo del debate. Como la libertad o la solidaridad, dos nociones que nadie sensible a las leyes de la razón puede honestamente discutir.

Lo malo de la verdad es que no suele adoptar el formato de lo indiscutible y, con frecuencia, se pierde en las zonas grises del conocimiento, de la moral o de la razón. Aunque nos sea imprescindible.

De ese asunto va, en el fondo, el periodismo. Y también este blog. Aquí hablaremos de ello, porque la vida está llena de zonas grises, de lugares en los que, a falta de referencias claras, es necesario escarbar en direcciones a menudo opuestas para encontrar una senda que nos dé perspectiva. Y nos haga dueños de nuestro destino.